En numerosas ocasiones, cuando se habla de la Iglesia Católica en general, y del Opus Dei en particular. Meses después de la retirada de Luis Valls de la presidencia del Banco Popular, el fallecimiento de Rafael Termes, consejero delegado del banco durante un cuarto de siglo y consejero hasta su muerte, supone el final de una etapa llena de significación para la entidad más rentable del mundo.
Una era que comenzó cuando el Opus Dei, representado por estos dos insignes numerarios, encontró en el Popular el banco desde el que desarrollar su capacidad financiera y gestionar sus necesidades de caja. Hoy, con Ángel Ron en la presidencia, que públicamente se ha desvinculado del Opus, la Obra ya no tiene quien la quiera en el mundo financiero español.
«El Opus Dei no influye para nada”,aseguró Ángel Ron a los pocos minutos de ser designado presidente ejecutivo del Banco Popular, entidad cuya trayectoria ha estado siempre estrechamente ligada a la Obra que fundó el hoy santo Josemaría Escrivá.
Para conocer los lazos entre el banco y la Obra hay que remontarse a la década de los cincuenta, la época en la que el Opus tanteaba sus buenas relaciones con el franquismo. Hasta el momento, jóvenes discípulos de Escrivá de Balaguer habían hecho sus pinitos en el mundo de la economía, intentando proveer al entonces Instituto Secular de recursos financieros estables. Sin embargo, la Obra fue creciendo al mismo tiempo que los delirios de grandeza de su fundador y hacían falta más fondos.
La decisión de Escrivá de construir una gran casa en Roma como sede central de la Obra y la necesidad de hacer llegar hasta allí los fondos que los miembros del Opus recaudaban para la causa, es, según Alberto Moncada, autor de Historia oral del Opus Dei, el desencadenante de la entrada de la institución religiosa en el mundo de las finanzas, primero con la creación de Crédit Andorrá -en la que participó Rafael Termes- y posteriormente con la entrada en el Banco Popular. Asegura Moncada, ex miembro del Opus, que el entonces director general del Popular, Nicolás Rubio, católico prácticamente, pactó una rocambolesca operación con Antonio Pérez, número dos del Instituto Secular, por la cual acordaban dar entrada en la entidad a socios de la Obra con el objetivo de poner orden en un consejo de administración desmadrado. “Ustedes -le dijo Rubio a Pérez- necesitan financiación y sobre todo necesitan un apoyo institucional. Yo necesito, en bien del banco, sustituir a los directivos”, entre los que se encontraba como presidente Félix Millet, primo de Luis Valls.
Otras versiones apuntan a que fue Millet quien se acordó de aquel primo al que le atraía el sector financiero y le llamó a su vera con el objetivo de poco a poco pasarle los trastos y acabar con la división del Consejo, tarea que requirió tiempo. En cualquier caso, Valls, hasta entonces dedicado al mundo académico, llega al Popular en 1943 y en 1957, con solo 31 años, es vicepresidente ejecutivo, una vez zanjada la que se ha denominado “Guerra de ocupación y planificación”. Y decir Luis Valls por entonces significaba hablar de uno de los miembros numerario del Opus más entregados y fieles a Escrivá, el hombre que se convertiría en la máxima autoridad dentro de la Obra en todo lo referido al plano económico.